domingo, 24 de mayo de 2015

La casa de la Ventura Puente

La casa donde crecí era muy interesante. El terreno pertenecía a mi Abuelo paterno, quien construyó con sus manos sus casas, la intención de estas era que fueran unos departamentos. La sala y la cochera tenían unos techos muy altos. Mi abuelo, por darnos más espacio a sus nietas mientras crecíamos, unió dos de los departamentos, resultando casi un laberinto en el cual era entretenido jugar a las escondidas con los primos.

Ibas a la cocina y te escondías debajo de las escaleras o en el baño que jamás se usaba, si pasaba alguien podías subir las escaleras, ir a la carpintería donde ocasionalmente trabajaba mi papá. Así salias por el frente de la cocina, habiendo dado una vuelta por arriba de ella, bastante entretenido para que no te atraparan.

En esa casa viví mi primer experiencia paranormal, tal vez fue solo mi imaginación debido a las historias de terror que habían contado mis primos la noche anterior. Me preparaba para ir a la escuela y comencé a escuchar un golpeteo fuera de mi cuarto. Supuse la puerta de las escaleras que daban a la azotea estaba abierta y mi perrita estaba causando ese golpeteo como lo hacia ocasionalmente.

Al salir de mi cuarto para planchar mi uniforme me di cuenta que la puerta estaba cerrada, y mi perra afuera de ella, muy atenta. Mientras planchaba el golpeteo se escuchó en las escaleras donde mi mascota estaba, así que no se me hizo raro, lo único raro es que ella no hacia ruido alguno como acostumbraba hacer. Volví a mi cuarto, a cambiar mi ropa y volvió el ruido, afuera de mi cuarto, justo donde estuve planchando, y ahí si estuve segura de que nadie podía estarlo haciendo.

Mientras me peinaba me sentí observada, y voltee hacia atrás. Cuando lo hice de reojo distinguí una figura, tan alta como un niño de 8 años, pero su rostro se observaba mayor, se encontraba de pie en la puerta de mi cuarto que estaba abierta. Al percatarme quise verlo cara a cara, pero la figura había desaparecido del umbral.

Fue la única vez que lo vi, pero las escaleras de afuera de mi cuarto me daban miedo, y no me atrevía a subir a la carpintería en oscuridad porque siempre sentí a alguien escondiéndose a  mis espaldas. si pasaba la carpintería, en el cuarto de al fondo, estaba todo tranquilo. Ese lugar era mi escondite, ahí iba a rezar, sentía la necesidad de hacerlo, pero saliendo de ahí había una entrada a un lugar maligno o eso sentí siempre.

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