domingo, 31 de mayo de 2015

Carmen, mi tesoro de mas de un siglo de edad

Uno de mis tesoros, un libro que encontré por casualidad, azares del destino o como gusten llamarle. Iba por una calle que no acostumbraba pasar, caminando, tranquilamente y sin prisa rumbo a mi casa después de una práctica de la Universidad. Afuera de un estudio fotográfico había una caja llena de libros y me acerqué a ver.

Quiero suponer que los libros eran de alguien o que los había dejado en alguna casa de un conocido y jamás los reclamó o de alguien que pasó a mejor vida. Ningún titulo me atraía, casi todos de administración, libros que tenían bastantes años de haber sido impresos.

Casi cuando me daba por vencida lo vi, un libro de pasta dura, un tanto maltratado pero aún bastante entero, su nombre, "Carmen", vi que era una novela y lo compre, una ganga, 5 pesos por el. Llego a mi casa y comienzo a analizarlo, paso su ficha para que entiendan con qué me fui encontrando.

Carmen, Memorias de un corazón.
Autor: Pedro Castera.
Librería de la Vda. de Ch. Boudet
1896

Tiene un prologo de Vicente Riva Palacio y al final del libro un número en tinta: No. 5784 y la firma del autor. No pienso poner reseña del libro, actualmente pasaron los derechos del título a la Editorial Porrua, pero es una novela sentimental, trágica al final, un amor, a ratos imposible, a ratos con probabilidades de algo más. Un hombre vividor, que se entrega por completo a una niña que hace a su imagen y semejanza, tal como el la quiere, como su madre la crió. De corazón tan frágil que al final no soportó. Una tragedia romántica, bella de verdad, un tesoro de esos que no lamento haber encontrado en mi vida.

Para pan, Los Ortiz

La infancia me sabe a pan, y no a cualquier pan, a pan del Horno de Los Ortiz.

Una panadería que a pesar de haber conseguido instalaciones nuevas deseó continuar haciendo su pan de modo tradicional, en un horno de ladrillo y barro, en el cual puede uno encontrar, desde las conchas familiares o pan de nata, y múltiples variedades de pan conocidas hasta sus panes particulares.

Su dueña se ha empeñado en hacer arte de su pan, ese círculo amarillo casi en la parte superior de la foto son nada mas y nada menos que el lugar donde guardan uno de los panes más especiales de este lugar, al parecer fue creado por su padre, para darle una sorpresa a su hija, la forma es un pequeño ratoncito con orejas de almendra y ojos de chocolate, y una cola de mecate, se guardan en esas cajitas en forma de queso y son una delicia para cualquier niño, aunque en ocasiones no desean comerlo.

También hacen otras variedades, animales de varios tipos, serpientes, cocodrilos y muchos mas.

O bien, para época de navidad, el nacimiento, mismo en el que cada figura es hecha de pan por su dueña, algo digno de admirar, el cual ocupa una buena parte de sus mostradores y es un deleite para la gente que va a comprar el pan para la cena. Yo no salgo sin mi concha y mis hijos prefieren sus ratones, cada persona tiene su pan preferido, sobre todo si es de Los Ortiz.


domingo, 24 de mayo de 2015

La casa de la Ventura Puente

La casa donde crecí era muy interesante. El terreno pertenecía a mi Abuelo paterno, quien construyó con sus manos sus casas, la intención de estas era que fueran unos departamentos. La sala y la cochera tenían unos techos muy altos. Mi abuelo, por darnos más espacio a sus nietas mientras crecíamos, unió dos de los departamentos, resultando casi un laberinto en el cual era entretenido jugar a las escondidas con los primos.

Ibas a la cocina y te escondías debajo de las escaleras o en el baño que jamás se usaba, si pasaba alguien podías subir las escaleras, ir a la carpintería donde ocasionalmente trabajaba mi papá. Así salias por el frente de la cocina, habiendo dado una vuelta por arriba de ella, bastante entretenido para que no te atraparan.

En esa casa viví mi primer experiencia paranormal, tal vez fue solo mi imaginación debido a las historias de terror que habían contado mis primos la noche anterior. Me preparaba para ir a la escuela y comencé a escuchar un golpeteo fuera de mi cuarto. Supuse la puerta de las escaleras que daban a la azotea estaba abierta y mi perrita estaba causando ese golpeteo como lo hacia ocasionalmente.

Al salir de mi cuarto para planchar mi uniforme me di cuenta que la puerta estaba cerrada, y mi perra afuera de ella, muy atenta. Mientras planchaba el golpeteo se escuchó en las escaleras donde mi mascota estaba, así que no se me hizo raro, lo único raro es que ella no hacia ruido alguno como acostumbraba hacer. Volví a mi cuarto, a cambiar mi ropa y volvió el ruido, afuera de mi cuarto, justo donde estuve planchando, y ahí si estuve segura de que nadie podía estarlo haciendo.

Mientras me peinaba me sentí observada, y voltee hacia atrás. Cuando lo hice de reojo distinguí una figura, tan alta como un niño de 8 años, pero su rostro se observaba mayor, se encontraba de pie en la puerta de mi cuarto que estaba abierta. Al percatarme quise verlo cara a cara, pero la figura había desaparecido del umbral.

Fue la única vez que lo vi, pero las escaleras de afuera de mi cuarto me daban miedo, y no me atrevía a subir a la carpintería en oscuridad porque siempre sentí a alguien escondiéndose a  mis espaldas. si pasaba la carpintería, en el cuarto de al fondo, estaba todo tranquilo. Ese lugar era mi escondite, ahí iba a rezar, sentía la necesidad de hacerlo, pero saliendo de ahí había una entrada a un lugar maligno o eso sentí siempre.

domingo, 17 de mayo de 2015

Mi tío abuelo Esteban

Conocí al hermano del abuelo de mi mamá, mi tío abuelo. Un señor con anécdotas de una vida dignas de contar. La primera vez que lo vi tenía como 9 años. Un señor mayor viviendo en una casa antigua de la capital del país. En una zona que hace casi 150 años era considerada lejana a la capital, perfecta para una casa de campo... o eso dice en un libro de esa época.

La casa, a parte de antigua, llena de antigüedades y recuerdos. En el primer piso estaba su cuarto, libreros varios, un Señor que adoraba la lectura, recuerdo la vez que lo visité con mi mamá y mis hermanas, estaba leyendo un libro grande, grueso, Las profecías de Nostradamus. Ese libro solo permitió que lo leyeramos un poco pero no nos lo proporcionó durante nuestra estancia ahí, era uno de sus tesoros.

Nos prestó en esa ocasión los libros que quisiéramos. Y nos regalo uno posteriormente, un libro de leyendas y tradiciones de las calles de México, impreso en 1894, uno de mis tesoros.

Una casa digna de desentrañar por los mil tesoros que contenía, recuerdos, historias. El segundo piso estaba lleno de estantes y muebles con libros. Algunos de ellos de cocina pertenecientes a su primer esposa. Roperos con ropa vieja, trapos, hilos, encaje. Porcelanas.

Pero la planta baja tenia sus mas añorados recuerdos. Un fonográfo, delicia escucharlo de verdad. Una pequeña imagen de un grillo con un violín, y ahí se desprendía una anécdota, el tocando violín en la radio, acompañaba al Señor Gabilondo Soler en su programa, honor no concedido a cualquiera. A parte, el tocaba en el radio en otras ocasiones.

Y apareció otra historia, acompañada de un violín, un Stradivarius que le fue regalado por un empresario del momento. Recuerdo que comentó que semanalmente le preguntaba al empresario si lo deseaba de vuelta en el programa hasta que le prohibieron hacerlo debido a la propaganda que le hacía al Señor.

Y una historia más, acompañada de música, violín, abanicos y un cuarto. Un pequeño cuarto que contenía un piano de cola. El tocaba el violín y su mujer el piano. Y ese cuarto fue el lugar donde músicos de la época se reunían a platicar y tocar.

Y la última historia, más que digna de contar aquí. La de aquel alumno tan talentoso que formó parte de una gran orquesta, que a parte de tocar violín tocaba otros instrumentos y tenía buen oído musical. El cual tuvo una gira acompañando a una princesa de la India, que era una gran artista. Una de las presentaciones de ella incluía un solo de flautín.

Cuando no hubo quien lo tocara, el joven dijo que el lo haría, sacó su flautín e impresionó a la princesa con su ejecución. Continúo la gira, y con ella el amor de los dos creció. Cuando todo terminaba, el le pidió casarse, tuvieron que ir ante el Rey, que era pariente de ella, no recuerdo si su hermano o su primo, para poder pedirle su mano en matrimonio.

En ese cuarto con el piano estuvo sentada la princesa hindú al lado de su amor.

Una vida en 30 segundos

Quedé en contar los 30 segundos mas largos de mi vida. Pues fue el día que me sentí morir.

¿Saben lo que es atravesar las calles sin tener cuidado? Pues crean a la gente cuando les dicen que volteen a ambos lados. La verdad yo lo hice, pero la esquina donde atravesé estaba en una curva exactamente, una calle principal de una colonia muy transitada. De hecho pasaba el transporte público muy rápido y muy continuamente.

Ese día tenía prisa por llegar a casa de mi abuela, y en esa prisa el tiempo se hizo eterno. Atravesé porque no vi nada, pero al hacerlo solo sentí un golpe en seco, un golpe anticipando todo y el tiempo comenzó a pasar más lento. Voltee a ver que me golpeó y solo vi una combi blanca con franja roja (indicativo que era del transporte público en esa zona) y sentí como caía, poco a poco, lentamente.

Mi cara viendo el lugar de donde venía el coche, vi su llantas, como se iban acercando y el instante alargándose más a cada momento. Dicen que cuando estas a punto de morir vez pasar toda tu vida. No se porqué, pero eso fue lo que pasó. Recordé cosas que hace mucho no recordaba, fue como ver pasar en una pantalla momentos de mi vida, como si alguien hubiera estado grabando todo y en ese momento decidiera mostrarlo.

Recuerdos desde niña, cosas del Jardín de Niños, mi casa que parecía un laberinto, mis estudios de primaria y muchas cosas más. Sueños, ilusiones, alegrías, llantos. Recordé datos olvidados, rostros que ya solo eran bruma para mi mente y de repente algo me trajo a la realidad. Abro los ojos y veo las llantas del coche. estaban algo separadas, jamás pasaron sobre mí y la gente comenzaba a reunirse rodeándome.

Me ayudaron a levantar y sentarme en la banqueta, solo fue un susto, un golpe, un raspón, y un flash de recuerdos más frescos que el rocío de la mañana. Los 30 segundos más largos de mi vida.