Según la tradición, la noche de todos los santos, la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre los espíritus de los niños que fallecieron llegan del otro mundo a pasear entre los vivos y visitan a sus seres queridos, y la siguiente noche del 1 al 2 de noviembre, la noche de día de muertos, es el turno de los demás seres queridos que se nos adelantaron en el camino.
Nuestros ancestros celebraban su llegada dejando en un altar los alimentos que más les agradaba en vida, vino o tabaco si les gustaba, juguetes en el caso de los niños. Flores. Incienso y velas para iluminar su camino, tanto para llegar como para el regreso al otro mundo.
Las calaveritas de azúcar se agregaron, no para representar a aquellos que están del otro lado, sino para representarnos a los vivos, para que convivieramos con ellos en ese altar cuando llegaran, por eso estas llevan en ocasiones en la frente grabado el nombre de la persona que representan. Es una forma alegre de ver la muerte desde este lugar.
Aquí les traigo dos ejemplos, el altar que mi hermana elaboró en su trabajo, con una buena explicación en enlace, y el que se realizó en la escuela de mi niño mas pequeño.
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