Un viaje a la zona de Tierra Caliente en Michoacán acompañada de mi padre, es todo un peligro. Recuerdo cuando el iba por cuestiones de su trabajo (o política mejor dicho) y decidió llevarme en vacaciones, y así aprovechar para conocer a los parientes que tenía en la región de Huetamo.
El viaje lo realizamos en un Tsuru que le prestaron a mi papá en el partido, normalmente le prestaban un VW sedán. Recuerdo que siempre que mi papá conducía me explicaba un poco de la teoría del manejo, si reglamentos de tránsito, me explicaba sobre los letreros, significados y colores, sobre como medir la distancia del auto, y como tomar las curvas al conducir, para realizarlo con precaución.
Aunque eso último no indicaba que las tomara con poca velocidad. La última parte del trayecto eran muchas curvas, mismas que tomó en descenso a bastante velocidad, con sus debidas precauciones de bajar ligeramente la velocidad previo a la curva. Esas curvas daban a un barranco, así que tendrían bien a imaginar que yo solamente me aferraba con todo lo que podía al auto. Al entrar a la ciudad destino, justo después de las curvas, un patrullero detuvo a mi padre.
Mi papá sacó sus papeles y los mostró. Entonces el policía lo reconoció y le dijo: Es usted señor. Si verlo bajar con su vochito da miedo de que se vaya al barranco, ahora que le dieron ese auto casi me da un infarto.
En esa visita conocí a tíos de segunda, tercera generación y primos tan lejanos que apenas teníamos conciencia de serlo. Como el comentario del primo de mi prima, que preguntó si también yo era su prima, al decirle que no contestó, es bueno saberlo porque con esto de las familias luego se termina uno enamorando de los parientes y resulta peor.
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