Este es el lugar donde crecí, prácticamente, desde la semana de nacida acudí a este café. Mis papás eran clientes asiduos y me enseñaron a permanecer callada y quieta en la mesa, cosa prácticamente imposible para una niña como yo, tomando un preparado de frutas o bien un delicioso café capuchino, cuando mi madre decidió que ya podía tomarlo, jajaja.
Si, ese rico capuchino de la foto, aunque a mi me gusta endulzado con miel, y el de a lado, el café americano que mi mamá pide siempre que va. Mismo que tiene que durar la hora o dos horas que se queda uno en ese lugar.
Un bello lugar donde disfrute de las tertulias de intelectuales, periodistas, políticos. Un lugar donde conocí a un ídolo de mi infancia, El Abuelito Tito, El señor Augusto Caire, que era padre de la dueña del lugar, quizá después haga una mención mas amplia a el en este espacio.
Un lugar donde se conocía gente interesante. Como aquel señor mayor al cual le leí un libro porque sus ojos ya le fallaban, cabe decir que no se como me dio la mente la posibilidad de leerle y traducirle a lo que mi mente de niña de 12 años entendía de un libro escrito en francés sobre ángeles.
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